«Odio no he sentido en ningún momento; impotencia, sí», ha reconocido la activista por la convivencia en el País Vasco Maixabel Lasa durante el diálogo que ha mantenido en la primera jornada del VI Foro de la Cultura con el superviviente de los atentados contra Charlie Hebdo Philippe Lançon y que ha llevado por título Entre el perdón y el olvido. Ambos intervinientes han coincidido en que «no se puede olvidar lo que sucedió», tanto en referencia al asesinato de Juan Mari Jáuregui por parte de la banda terrorista ETA en el año 2000 como el ataque yihadista contra la revista satírica francesa en 2015.
Lasa y Lançon han conversado sobre sus trayectorias vitales tras el punto de inflexión que supusieron sendos atentados y han renegado de la etiqueta de «víctimas». «Yo no quiero ser víctima; la víctima fue mi marido, que fue a quien mataron», ha expresado la que fuera directora de la Oficina de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, que ha reconocido que «la vida sigue» y que «no hay que olvidar lo que ha pasado, pero sí mirar al futuro para que no vuelva a suceder». En la misma línea se ha expresado el periodista, que plasmó su experiencia en la novela El colgajo y para quien ese término se refiere al derecho. «Antes que víctima, soy periodista», ha sostenido Lançon, para quien el conocer a sus atacantes y hablar con ellos, como pudo hacer su compañera de mesa, no es algo que se hubiese visto dispuesto a hacer durante los primeros meses tras el ataque.
Ambos participantes han desgranado su día a día tras ver truncadas sus vidas por los ataques. «Vivir con escolta es lo peor de lo peor», ha explicado Lasa, que ha detallado cómo tuvo que dejar de salir al monte, ir a la playa o pasear en bicicleta al estar en la lista de objetivos potenciales de ETA. «Lo más duro fue decirle a mi hija que también estaba en esa lista», ha expresado Lasa.
TODD SOLONDZ: «FUI CONTRACULTURAL HASTA QUE ME COMPRÉ UN MÓVIL»
Tras el diálogo entre Lasa y Lançon, ha sido el turno de los cineastas Todd Solondz y Eduardo Casanova, que han charlado sobre los movimientos contraculturales moderados por la periodista y crítica de cine vallisoletana Marta Medina. «Fui contracultural hasta que me compré un móvil el año pasado», ha reconocido Solondz, que ha destacado la influencia de los musicales y el cine infantil y familiar de los años cincuenta y sesenta en su filmografía, una búsqueda constante de las contradicciones y miserias de la clase media norteamericana en la que él creció. Ha concordado en el diagnóstico el actor y realizador Eduardo Casanova, que ha reconocido que, para él, «ser contracultural es prácticamente imposible», ya que hasta los márgenes de la cultura conforman grupos en la actualidad.
«A mí me encanta cuando a la gente le gustan mis películas; quiero agradar a mi público, aunque me guste provocar y jugar con ellos», ha reconocido el realizador de obras como Bienvenidos a la casa de muñecas y Happiness. «Como director, lo que buscas es suscitar reacciones del público», ha reflexionado. «A veces, ser uno mismo es un coñazo», ha mencionado Casanova entre risas, que ha reconocido que nunca ha disfrutado tanto dirigiendo salvo cuando ha hecho encargos, en referencia a su trayectoria como director publicitario.
Acerca del panorama cinematográfico actual, Solondz ha reconocido que la sociedad está «en un momento distinto» a cuando él comenzó a dirigir y ha reflexionado sobre que películas como Cosas que no se olvidan no encontrarían financiación hoy. «No te tienes que preocupar por no ofender», ha manifestado para puntualizar que «no se puede agradar a todo el mundo». «En Europa, hay más respeto por las ambiciones artísticas», ha concluido.